Tengo últimamente la impresión de que en las traducciones que realizo para algunos clientes cada vez hay más palabras en inglés. No es que yo las quiera dejar en inglés, no, es que los clientes me exigen que deje ciertos términos en inglés. El problema es que cuando luego revisas la traducción y haces una valoración final, no sé, no sé, pero uno por un lado siente que ha cumplido con su obligación hacia los clientes por haber tenido en cuenta sus indicaciones, pero por otro lado, uno no se siente completamente satisfecho de su labor como traductor. No sé si a alguno de vosotros le habrá pasado lo mismo, es decir, experimentar un sentimiento agridulce al respecto.
La semana pasada realicé traducciones para dos de mis clientes y en ambos casos el texto final estaba repleto de términos que había que dejar en inglés. Uno de ellos es la traducción al español de la ayuda en línea de un destacado sistema de viajes. Este sistema tiene registrados innumerables nombres comerciales de aplicaciones o funciones relacionadas con este gigantesco programa de reservas de viaje. Pues bien, cada vez que se nombra a uno de ellos en la ayuda en línea, es requisito imprescindible dejarlo en inglés, pues es un nombre registrado con sus correspondientes derechos de propiedad. El caso es que como consecuencia de esto me encuentro oraciones donde aparecen hasta tres nombres comerciales de estos que se deben dejar en inglés, lo que convierte a la frase en un verdadero galimatías.
Y en la otra empresa para la que he trabajado esta semana, me ha sucedido un caso parecido. Se trataba de traducir un tutorial guiado en la web que ayuda a aprender conceptos mediante un juego en el que vas consiguiendo insignias de oro, plata y bronce. Aquí me pidieron expresamente dejar en inglés términos que ni siquiera entrañan dificultades de traducción como Big Data, Small Data, Business Intelligence o Business Analytics. Además, me apareció un término muy raro “Gamification” (no conocía este concepto), que propuse traducir como “Ludificación”, pero prefirieron que lo dejara como “Gamificación”, pues es al parecer, según ellos, lo que más se está utilizando en España para este tipo de juegos.
El hecho de dejar cosas en inglés no debería contrariarme, todo lo contrario, estás cumpliendo con las peticiones de los clientes, te pagan cada palabra igual que si tuvieras que traducirlas, no tienes que investigar qué significan y en qué contexto se utilizan. Es decir, estás cumpliendo con tu obligación y tu cliente quedará satisfecho y volverá a encargarte más traducciones en el futuro. Sin embargo, no sé si vosotros también sentiréis esa sensación agridulce de la que hablaba al principio. ¿Por qué no me siento muy cómodo al respecto? ¿Adónde llegará a parar todo esto? Si ya se asume que todo el mundo entiende el inglés, ¿para qué traducir un texto
al español? ¿Qué objeto tiene llenar un texto en español con más y más términos en inglés? ¿Por qué no hacer el esfuerzo de traducirlos? Creo que si no se pone coto a lo de dejar términos en inglés, no sé adónde vamos a llegar a parar.
Comparto totalmente tus sensaciones. Y, sin ánimo de ofender, creo que la tendencia es mucho más marcada en España y en Estados Unidos que en el resto de los países de habla española. También tengo mis teorías sobre el motivo: en España la carrera universitaria de Traducción es relativamente nueva y no tienen arraigados ciertos conceptos comunes que nos han inculcado en universidades (particularmente sudamericanas) donde existe desde hace más de ochenta años. En Estados Unidos, los latinoamericanos que residen allí «viven» en inglés y usan el español en casa, por lo que suelen amalgamar los idiomas y mezclarlos incluso en el uso diario. Es una realidad que alcanza a los traductores y es comprensible.
A mí me parece inaceptable que el cliente imponga que se dejen términos en inglés. Es una falta de respeto hacia nuestra profesión y hacia el público al que va dirigida la traducción. Seguramente no le imponen al médico la clase de tratamiento que desean, ni le explican a un arquitecto cómo construir. Pero en la medida que los traductores acepten tarifas cada vez más bajas, que no se paguen las repeticiones, que se usen herramientas de traducción asistida o trabajos de posedición, lo único que se genera es mayor falta de respecto y peores condiciones laborales.
Gracias por tu comentario, Mónica.
Se nos respeta poco, la verdad. En España, solo hace relativamente poco tiempo que se identifica a los traductores de las obras literarias, pero del resto de obras poco se sabe. Yo mismo llevo casi veinte años de profesión y muchos miles de páginas traducidas, y sólo en un unos pocos catálogos de arte se puede encontrar mi nombre como traductor. Tu teoría del por qué sucede eso en España es interesante. Aquí, cuando trabajas en una empresa, todo el trabajo creativo queda «fagocitado» por esa empresa. Toda la documentación que puede crear un programador, un redactor técnico y luego ser traducida por un traductor, es propiedad de la empresa y es ella la titular y responsable, en definitiva, quien la ha generado. Luego, en el ámbito de las traducciones «como autónomo», pasa algo parecido, cuando trabajas con agencias de traducción o directamente para otras empresas privadas o para particulares, sucede lo mismo. Y no es solo que te paguen poco, te impongan condiciones que impidan ejercer bien tu profesión, es que además te pagan a dos, tres e incluso hasta a seis meses de la fecha de factura. El problema de todo esto es que si te pones en tu sitio y sólo aceptas trabajos de agencias, empresas o particulares que respeten tus condiciones, va a ser difícil que puedas ganarte la vida como traductor. Yo en mis actuales circunstancias, no podría dedicarme a ello, pues los clientes que respetan mis condiciones se cuentan con los dedos de una mano, y además solo aparecen muy de vez en cuando. Es por esto que hablaba en mi artículo de la sensación agridulce, porque a mí me resulta más agrio que dulce tener que aceptar condiciones impuestas para poder seguir ejerciendo como traductor. Es una cuestión muy delicada. Transigir y tener trabajo, o no transigir y quedarte sin él. He ahí la cuestión.
Yo soy intérprete judicial, no traductora, pero a veces eso me pasa en mi ambiente también. Yo vivo y trabajo en los Estados Unidos y mi ética y satisfacción profesional me exigen usar siempre el español, aún que hasta los inmigrantes la Latino América entienden ciertos términos en inglés pero no en español. Algunas veces la persona a quien estoy interpretando al español ha sido privado de los estudios más básicos y se confunde si uso el término en español, aún que español es su lengua materna. Pero para las cosas que no conoció en hasta que viniera a los EU, solo conoce el término en inglés (pero mal pronunciado). Si la persona de su propia cuenta usa el término en inglés, yo trataré una vez de decirlo en español, indicando que es lo mismo que dijo en inglés. Si parece confundirse, me adapto a su lengua. Me duele, pero una cosa que me tranquiliza un poco es clasificarlo junto con otras adaptaciones que hago según la persona que me escucha. Por ejemplo, se habla mucho del seguro de auto en el tribunal. Si estoy interpretando a un mexicano, digo aseguranza en vez de seguro. Usualmente digo autobús, pero si noto que la persona a quien estoy interpretando dice omnibus, uso ese término, o si es caribeño, mejor digo guagua. Esas adaptaciones me dan satisfacción. Por qué no sentir satisfacción por adaptarme a una cultura lingüística mixta? Otra cosa, tengo colegas que interpretan entre inglés y lenguaje de señas. Tienen clientes que han inventando sus propias «señas caseras» aún que existen señas «correctas». Pues, parte de su profesionalismo es de adaptarse lingüísticamente a las señas de la persona a quien está interpretando. Cuando lo considero así me duele menos, aún que deseo formular interpretaciones «puras». Pero una diferencia entre lo que me pasa a mi y lo que ustedes los traductores están sufriendo es que mi «cliente» (en el sentido de ser quien me paga) es el tribunal o la agencia que el tribunal contrató, pero el que escucha mi interpretación es el acusado o litigante. Puedo adaptarme de acuerdo con las necesidades lingüísticas de la persona que me escucha y no interfiere el «cliente.» La única interferencia es el remordimiento que siento si me veo forzado a no usar el español «puro.» Siempre recuerdo una presentación sobre este tema en la cual la presentadora habló de nuestra responsabilidad de preservar el español para no producir una gente sin lengua ninguna, pues, necesitan traducción/interpretación al español, así que no hablan inglés totalmente, pero si el español está lleno de anglicismos, entonces en algún dado momento deja de ser español y se ha creado una clase de gente que no tiene lengua, ni inglés ni español saben correctamente. Eso limita severamente las posibilidades para esta persona. Todo eso lo tengo en mente, y trato de usar el español puro, pero hay personas muy privadas de estudios que se presentan en el tribunal, bajo condiciones tensas y no es el momento de insistir que usen términos que no entienden.
Hola Marj, gracias por tu comentario. Tu caso es muy distinto del que hablo en el artículo y, claro, ahí entiendo que lo que debe primar es la comunicación, el entendimiento entre dos partes, y para ello veo lógico que utilices todos los medios posibles: inglés, español, spanglish, lo que sea, y también entiendo perfectamente que sientas satisfacción al conseguir tu objetivo, que no es otro que el entablar una comunicación entre esas dos partes. Pero mi caso es distinto, se trata de textos cuyo objeto es ser «publicado» por lo que requieren un lenguaje formal, es decir, un buen español. Y para que al final haya un texto lleno de términos en inglés, que en muchos casos sí tienen su equivalente en español, para eso que dejen el texto en inglés, si es que se supone que ya todo el mundo es capaz de entenderlo.
In general, that may be happening. But what I have also concluded, many years ago, is that the translation market is huge and varied. Almost any conclusion that a single translator might draw about their own experiences could be true for people with similar clients, but could be totally different for other places. Personally I mostly translate technical documents from Spanish to English: specifications, bidding documents, and correspondence. I find that those Spanish write tend to work very hard to develop and use Spanish terms, not mixing them with the English, even when the business and technology originated in an English speaking country.
Hi Steven, thanks for your comment. I guess it all depends on the circumstances, as you say, but I think, as opposed to what you think, that in Spain the trend is to leave things in English, not only for IT terminology, but also for other. For example in France, they care much more about this issue. Nevertheless, I have to admit that if this is the case is because people prefer to use English rather than a possible Spanish equivalent. At the beginning, when a new term is coined in Spanish, it may sound funny or even ridiculous, and people refrain from using it, and prefer using the English term. And, as we all know, language feeds from that which people say and how they say it. See the example of «selfie», which is now used by everybody in Spain, and this is just a «fotografía», but everybody prefers to say «selfie», and it will be included in the DRAE soon.