Soy un traductor todoterreno, de larga trayectoria que empezó en este oficio por casualidad. Yo empecé estudiando empresariales en una universidad norteamericana, lo que allí se llama Business Administration, licenciatura que no existía aún en España y luego sí surgió como Administración y dirección de empresas. Yo, en aquellos días, iba para empresario, para entrepreneur, pero luego, cuando terminé la carrera, llegué a España al final del felipismo, y las posibilidades de encontrar empleo o de emprender eran bastante remotas.
INICIOS
Tras un tiempo en el paro me llamaron los del INEM para ofrecerme un empleo de traductor en la ciudad inglesa de Birmingham, que tras hacer las correspondientes entrevistas, acepté inmediatamente. No tenía nada mejor que hacer y la perspectiva de irme un tiempo a Inglaterra me agradaba. Yo sabía muy bien inglés pues había vivido en EE.UU. varios años en mi etapa universitaria, pero nunca había hecho traducciones. En aquel proceso de selección, nadie me hizo una prueba. Se daba por sentado que saber bien inglés implicaba ser un buen traductor. Esto es un primer gran error que luego tuve ocasión de comprobar en mis carnes.
Al llegar a la oficina de aquella empresa de Birmingham donde trabajé como traductor por primera vez, una empresa de software informático basado en el sistema AS400, me integré en un equipo de 4 traductores, encargados de las traducciones al español. Ninguno era licenciado en traducción, sencillamente porque en aquella época (1996), no había tal licenciatura en ninguna universidad española. Una de las traductoras, que era licenciada en filología inglesa, y quien llevaba más tiempo, la jefa del equipo, fue quien nos instruía y nos iba introduciendo en las tareas que tendríamos que hacer. Recuerdo que otro traductor, también español y también licenciado en filología inglesa, entró al mismo tiempo que yo, por lo que recibimos formación a la vez.
Después de un par de semanas de familiarizarnos con la empresa, con la documentación a traducir, con las herramientas que utilizaríamos, llegó el momento de hacer nuestra primera traducción. Los dos traductores nuevos nos sentíamos sobrados y con ganas de empezar ya el trabajo de verdad. Hicimos las primeras pruebas, que nos corrigieron las dos traductoras de mayor experiencia, la jefa del equipo y otra. Pues bien, dejadme deciros que el resultado no pudo ser peor. Y eso que ambos creíamos que habíamos hecho unas traducciones estupendas, pero nos devolvieron los ejercicios repletos de correcciones en rojo. Había más color rojo en el papel que la tinta negra de las traducciones. ¿Qué había pasado? Pues sencillamente, lo que comenté antes, que sabíamos muy bien inglés, pero ninguno de los dos era traductor, ni sabía el oficio de traducir, ni de redactar, ni de muchas cosas más que fuimos aprendiendo sobre la marcha.
Aquello me avergonzó muchísimo y, como tengo bastante amor propio, me empollé las correcciones para no volver a cometer esos errores y la verdad es que el siguiente documento que traduje tuvo muchas menos correcciones, y así paulatinamente durante varias semanas hasta que mis traducciones dejaron de estar coloreadas de rojo. Jamás he olvidado aquella primera corrección, que debo reconocer me indignó e hirió en mi orgullo, pero tenían razón y jamás aprendí tanto sobre traducción como de aquellas correcciones que me fueron haciendo. Luego por supuesto a base de experiencia y de años y de formación uno se va labrando su reputación, pero a mí siempre me gusta recordar aquellos días en los que empecé a aprender este oficio que sigue entusiasmándome casi veinte años después.
POSTERIORMENTE…
Siguiendo con mi historia, tras un tiempo trabajando como traductor en Birmingham, sentí morriña de mi tierra y empecé a moverme para encontrar empleo en España. Finalmente lo encontré en una empresa danesa de software de soluciones empresariales, que se estaba implantando en nuestro país. Se llamaba Navision Software y digo se llamaba porque años después (yo ya me había ido de allí) la adquirió Microsoft y ahora se llama Microsoft Dynamics. Allí trabajé como traductor y redactor técnico de manuales sobre funcionalidad. Fue una época de mucho aprendizaje, no tanto del oficio de traductor, como del de redactor técnico, que implicaba familiarizarse con las aplicaciones informáticas, y con todo el proceso de fabricación de un programa informático. Cuando llegué a esta empresa yo era el número ocho y cuando salí, éramos por lo menos cincuenta. Hoy al estar integrada en Microsoft, forma parte de la empresa de software más emblemática que hay.
Me fui de Navision porque otra empresa que estaba en plena expansión, Meta4, me hizo una muy buena oferta. Era una empresa de tecnología española que producía una aplicación muy exitosa que gestionaba la nómina y los recursos humanos de la empresa. Me pareció una oportunidad que no podía rechazar, sobre todo, por las expectativas de futuro que se abrían delante mía. Fui a trabajar en calidad de redactor técnico, tanto en español como en inglés. Me fue de mucha ayuda el hecho de conocer muy bien el procesador de textos Framemaker, que era el que utilizaban para crear la documentación. Yo ya trabajaba con este programa en Navision y esa experiencia fue clave para que me seleccionaran y para cumplir sobradamente con mi trabajo de redactor técnico. Estos primeros años de Meta4 fueron verdaderamente estupendos. Navision también era una empresa que se preocupaba mucho de sus empleados, pero en Meta4 tenían detalles con nosotros, como alquilarnos el polideportivo de Entremontes dos veces a la semana, a la hora de comer, para que pudiéramos ir a jugar al fútbol sala y/o al baloncesto, nos invitaban a desayunar churros a toda la empresa todos los viernes, además nos permitían tener nuestro propio horario de trabajo, para poder conciliar tu vida laboral con tu vida familiar. Estábamos encantados de trabajar allí, motivados y orgullosos de nuestra empresa. Pero claro, todo lo bueno suele llegar a su fin, y Meta4 empezó a tener dificultades económicas que se tradujeron en varios expedientes de regulación de empleo, y al segundo de ellos, me tocó la china. Con todo, el recuerdo que tengo de esa empresa y de los compañeros con quienes trabajé es muy bueno.
Después de Meta4 encontré trabajo muy pronto, se interesó por mí una empresa que fabricaba un software y un hardware empresariales basados en la localización remota de vehículos y personas. Era una aplicación apropiada, por ejemplo, para empresas de transporte, para tener localizados y hacer el seguimiento de la flota de vehículos en tiempo real, saber dónde se encuentran, si tienen incidencias, etc. También para localización de personas, como niños o enfermos, saber en todo momento dónde están, si salen de una zona determinada. En esta empresa realicé, a mi juicio y hasta el momento, el mejor trabajo por cuenta ajena de mi vida profesional. Era una empresa de capital mayoritariamente inglés y también español. La solución informática constaba de muchas aplicaciones y más o menos la mitad se producían en Leeds (Inglaterra) y la otra mitad, aquí en España. Mi tarea era muy variada, pues debía encargarme de la redacción técnica de la ayuda en línea y guías de usuario de las aplicaciones que fabricábamos en España, además tenía que traducir al español la ayuda en línea de las aplicaciones que producían en Inglaterra, y que redactaba una compañera mía en la oficina de Leeds, así como los archivos de software, también de las aplicaciones que se hacían en el Reino Unido. De esta forma, generábamos dos versiones de todo el software y su documentación, una en inglés y otra en español. Además de esto, yo también me encargaba de gestionar la traducción a otros idiomas, tanto la ayuda en línea como la documentación. En concreto al francés, italiano, portugués, holandés, alemán, así como una pequeña localización al inglés de EE.UU. y al de Australia. Esto supuso buscar un pool de traductores por cada par de idiomas, seleccionar a los idóneos, enviarles los archivos, darles soporte durante la traducción, recibir los archivos, procesarlos en el caso de la ayuda en línea con el programa RoboHelp a fin de dejarlos listos para su integración en la aplicación. En resumen, que mi participación en el proceso de generar una nueva build de una aplicación informática fue muy intenso, muy enriquecedor y el trabajo realizado, muy satisfactorio. Sin embargo, este periodo tan bonito tuvo un final decepcionante, pues la empresa fue generando pérdidas que acabaron por hacerla desaparecer. De todos modos, de la gente con quien coincidí en esta empresa también guardo un recuerdo estupendo. Eran gente joven súper bien preparada, y fue un placer trabajar con ellos y aprender de ellos.
Y MÁS RECIENTEMENTE…
Tras la experiencia en Minorplanet, trabajé poco tiempo en otra empresa que hacía una aplicación muy parecida, de hecho era la competencia directa en España, pero no voy a extenderme mucho porque esta compañía también terminó quebrando y desapareciendo.
Tras estas dos decepciones seguidas, en forma de despidos por estar las empresas sumidas en concursos de acreedores, tiempo después me surgió la oportunidad de ir a trabajar en una empresa del Grupo Santander, Isban, que era una empresa dedicada a la fabricación de software bancario, el que se instalaba en todos los bancos del Grupo Santander en España, Reino Unido, Portugal y Estados Unidos, entre otros. A esta empresa fui a trabajar pero en régimen de autónomo y contratado por una empresa de terceros. Es decir, Isban tenía multitud de proveedores, y cuando necesitaban un trabajador en un área concreta, contactaban con uno de esos proveedores, les comunicaban sus necesidades, en mi caso, un traductor español-inglés / inglés-español, el proveedor me contrataba en régimen de autónomo, yo tenía que acudir a la oficina de Isban como si fuera un empleado más y hacer mi labor. Y claro cuando Isban decidiera que ya no necesitaba más mis servicios, se lo comunicaba al proveedor, y este rescindía mi contrato. Cuando luego entré en Isban, me enteré que de los 3.000 empleados que aproximadamente tenía Isban cuando yo me incorporé, 2.500 trabajaban con contratos de este tipo. Supongo que era algo legal, pero no muy ético, ¿verdad? En Isban, yo conocía gente de mi época de Meta4, de hecho, mucha gente despedida por EREs de Meta4 acabaron en Isban, que a la sazón empezaba a funcionar. El dueño de la empresa proveedora que me contrató para Isban trabajó en Meta4, y la jefa del departamento en el que yo iba a integrarme también. Mi periplo en Isban, a diferencia de otras empresas anteriores, fue poco satisfactorio. Venía de dos empresas que habían quebrado, que nos habían dejado dinero a deber, luego llegas a otra empresa que te contrata como autónomo para poder deshacerse de ti cuando les sea oportuno. Todo muy mal rollo. Todo lo relacionado con Isban fue una mala experiencia que la verdad prefiero olvidar.
Y desde finales de 2008 me situé de lleno como traductor autónomo. El primer cliente que encontré fue una de las agencias de traducción (Linguahub) que realizan traducciones para Isban. De este modo, seguí haciendo el mismo tipo de traducciones de tipo informático y bancario que hacía cuando estaba en Isban. He seguido colaborando con esta agencia hasta mediados del año 2013, y durante todo ese tiempo fue mi cliente principal. Desde el año 2009, colaboro con la agencia de traducción Word Works en la traducción y posterior actualización de la ayuda en línea del macro programa de viajes online Amadeus. Lo traduzco del inglés al español, y todavía hoy sigo teniendo que realizar actualizaciones mensuales. Entre tanto, recibo encargos de empresas de publicidad y marketing, de ONGs (Movimiento por la paz). También colaboro desde el año 2011 con una empresa irlandesa, Liefs2good, que comercializa diversas marcas de la industria de la salud y la belleza, como Viviscal o Emjoi. Para ellos realizo traducciones, tanto a inglés como a español, de diversos textos relacionados con estas marcas. Por último, desde 2013 colaboro con el Colegio de Registradores de la Propiedad de España (CORPME) en la traducción de español a inglés, de notas simples de propiedades. También he realizado traducciones de tipo artístico/cultural, como textos para catálogos de arte, guiones de cine, y una novela, aún no publicada, del autor Kenneth McKenney.
REFLEXIÓN FINAL
La verdad es que, desde que soy autónomo, mi campo terminológico se ha abierto bastante, pasando de realizar traducciones informáticas, jurídicas y comerciales, que eran lo normal cuando trabajaba por cuenta ajena, a un espectro más amplio, como he mencionado más arriba. Esto es algo poco ortodoxo, pues lo normal es especializarse en uno o dos campos y centrarse en ellos, pero bueno me fueron surgiendo oportunidades que consideré interesantes y decidí aceptarlas. Trabajo de cuyo resultado final me siento orgulloso. Y aquí sigo, cuidando a mis clientes actuales (un cliente es un tesoro) y buscando nuevas propuestas que puedan surgir en el futuro. Os mantendré informados…