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¿Limpia, fija y da esplendor?

DRAECuando uno lee algunas de las palabras que la Real Academia Española de la lengua va incorporando a su diccionario, no puedo dejar de preguntarme si no está traicionando su famoso lema: «Limpia, fija y da esplendor».

Hoy, el diccionario incluye palabras como asín (por así), vagamundo (vagabundo), almóndiga (albóndiga), murciégalo (murciélago), toballa (toalla) o crocodilo (cocodrilo), entre otras. Es decir, palabras mal dichas por desconocimiento (ignorancia) de quienes las utilizan se incorporan al diccionario sin ningún pudor con la excusa de que así las emplean miles de hablantes en muchas zonas del planeta.

Entonces, la función de limpieza a la que alude el lema de la RAE, ¿acaso no debería cambiarse por otro verbo más apropiado a lo que se hace hoy en día? No sé, se me ocurre por ejemplo, añadir, agregar, incorporar o incluso meter. Por no mencionar lo de dar esplendor, ¿qué esplendor hay en la palabra “almóndiga»? Ahora, las palabras las crean los ignorantes. Antes, se estudiaba la etimología de la palabra, de dónde procedía, se usaban los mismos criterios que se habían empleado en otras lenguas para crear una palabra, se podía aceptar algún extranjerismo porque no era fácil encontrar alguna equivalencia en nuestro idioma. Ahora, en cambio, se abre la puerta a una avalancha de ellos que, además, tendría una sencilla equivalencia en español, por ejemplo en el caso del inglés: hobby (ocupación), input (entrada), chance (oportunidad),  casting (reparto), ranking (clasificación), por citar solo unos pocos.

Yo no sé qué pensarían de esto antiguos grandes académicos como Fernando Lázaro Carreter, que tanto nos enseñó sobre la correcta utilización del lenguaje en, por ejemplo, su delicioso libro «El dardo en la palabra». O también me estoy acordando del gran filólogo Valentín García Yebra, que también nos enseñó mucho con su libro «El buen uso de las palabras». Yo, la verdad, es que me quedo perplejo ante incorporaciones al diccionario como  «asín» o «toballa». ¡Vaya toballa! (pasaremos ahora a exclamar).

Conozco un tipo, que no tiene estudios y se dedica al reparto de mercancías con su motocicleta, que cuando habla de su oficio siempre menciona su «amoto». ¿Para qué corregirle? Basta con que unos cuantos más de su oficio sigan hablando de la «amoto” y se haga popular e incluso que haga gracia y, ¡zas!… la RAE la incorpora rápido al diccionario y todos ya podremos decir «amoto» sin pudor.

Leí no hace mucho los argumentos que daba la academia para realizar ese tipo de incorporaciones, que copio a continuación (cito textualmente fuentes de la academia): «…El Diccionario de la lengua española pretende recoger el léxico general de la lengua hablada en España y en los países hispánicos… Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que, por fuerza, debe contentarse con acoger una selección de nuestro código verbal. Esta selección será lo más completa en lo que se refiere al léxico de la lengua culta, mientras que en otros aspectos -dialectalismos españoles, americanos y filipinos, tecnicismos, vulgarismos y coloquialismos, arcaísmos, etc.- se limitará a incorporar una representación de los usos más extendidos o característicos».

Pues lo dicho, la RAE debería plantearse seriamente cambiar su lema, porque limpiar, parece que limpia poco y en cuanto al esplendor, pues como diría mi conocido, el de la «amoto»: asín, asín…

Rubén Pedro López

Traductor Freelance: Ing > Esp > Ing Freelance Translator: Eng > Spa > Eng

One Comment

  1. Limpia, fija y da esplendor

    Brujuleando por internet, he encontrado un artículo de Rubén Pedro López que, por coinci-dir con lo que yo pienso, extracto a continuación.
    «Cuando leo algunas de las palabras que la Real Academia Española de la Lengua va in-corporando a su diccionario, no puedo dejar de preguntarme si la docta casa no está traicionando su famoso lema de Limpia, fija y da esplendor.
    Y es que antes se estudiaba la etimología de la palabra, de dónde procedía, se usaban los mismos criterios que se habían empleado en otras lenguas para crear palabras, o se podía aceptar algún extranjerismo porque no era fácil encontrar equivalencia en nuestro idioma. Hoy, las pa-labras las crean los ignorantes. Conozco a un tipo que reparte mercancías con una motocicleta, que cuando habla de ella siempre menciona su amoto. ¿Para qué corregirlo? Bastará que unos cuantos más de su oficio sigan hablando del amoto y se haga popular la palabreja (incluso pue- de ser que haga gracia) y ¡zas!: la RAE la incorpora al diccionario y ya podremos decir amoto sin pudor.
    Yo no sé qué pensarían de esto grandes académicos como Lázaro Carreter, que tanto nos enseñó sobre la correcta utilización del lenguaje con El dardo en la palabra. Pero creo que la RAE debería plantearse seriamente cambiar su lema. Porque limpiar, limpiar, parece que limpia poco. Y en cuanto al esplendor, pues… como diría mi conocido, el del amoto: asín, asín…»
    Hasta aquí, Rubén Pedro López. (Me viene a la memoria Manaute, el del amotillo, un peón agrícola de limitadísimo bagaje cultural que en 1982 fue nombrado Consejero de Agricultura de la Junta de Andalucía. Pero, fallecido hace años, recordemos piadosamente el dicho latino: de mortuis, nihil nisi bonum.
    Mi formación ortográfica comenzó con la Ortografía práctica de la Lengua Española (1921) de Miranda Podadera. Luego, ya en el Bachillerato, siguió con el magistral Diccionario Ideólo-gico de Casares («De la idea a la palabra, de la palabra a la idea»), se tambaleó con el María Moliner y su embarullada renuncia al sistema lexicográfico universal (que me creó algunas du-das) y se ha derrumbado en 2009 con la Ortografía y la Nueva Gramática de la Real Academia Española, ésta última con el áureo florón del escepciones de la página 909 y la justificación (por «razones gramaticales» que no se explican) de los infames delante suyo, cerca mío, detrás tuyo y demás joyas de la página 1361. Pero el castellanísimo archiperres (que yo ‒nacido en 1934‒ aprendí de mi abuela, no se incorporó al diccionario hasta 2014.
    Veamos, doña María. En el apartado 9) de la voz Pronunciación, dice usted:
    «Verbos en ‒uar.‒Aunque esta terminación del infinitivo es siempre diptongada, en el resto de la conjugación se deshace el diptongo, (acentúo, acentué) sin que el acento escrito lo aclare más que cuando el grupo es final; pero la pronunciación del ejemplo anterior es general para todos los verbos de la misma terminación y sirve de regla.»
    ¡Horror! Esto nos lleva a amortigúo, averigúo, santigúo, licúo… y, naturalmente, a adecúo y evacúo, que ya se han instalado en la analfabeta jerga periodística actual.
    Y por si éramos pocos, parió la abuela.
    La Ortografía de la RAE, con sus fonemas, grafemas y pamemas, dice en su apartado 2.3.3 (Palabras con más de una acentuación prosódica, pág. 211) que existen verbos (y enumera, me parece que no a modo de ejemplo sino con carácter exhaustivo) adecuar, licuar, colicuar, eva-cuar y promiscuar) «en los que la u puede ser átona, como en averiguar, o tónica, como en ac-tuar. Por tanto, tan válido es decir y escribir adecuan como adecúan, evacuan como evacúan, etc.»
    No sé quién sería el académico autor de esa desdichada conclusión. Tal vez alguno como el que habló de «los hijares de Rocinante» en su prólogo al Quijote, o como el que se refirió a «la saga de los Baroja»; así que ya no me fío de ninguno. (Saga está en el diccionario de la RAE co-mo estirpe, pero Julio Casares, que sabía de ortografía más que todos los académicos de hoy juntos, no recogió esa acepción, nacida por gracia y desgracia de un serial televisivo.
    Yo, por mi parte, he tenido la santa paciencia de reunir los verbos acabados en uar (unos ya en desuso, o simples variaciones de otro, y alguno se me habrá escapado. Son los siguientes:
    Acensuar, encensuar, acentuar, actuar, interactuar, sobreactuar, adecuar, adulciguar, aguar, adaguar, desaguar, eguar, enaguachar, enaguar, alenguar, amortiguar, anticuar, antiguar, apaci-guar, apaniguar, apronpicuar, atenuar, atestiguar, testiguar, atreguar, averiguar, conceptuar, des-conceptuar, consensuar, contextuar, continuar, descontinuar, discontinuar, desambiguar, desbruar, deslenguar, desvirtuar, efectuar, enjaguar, estatuar, evacuar, exceptuar, eceptuar, extenuar, fluc-tuar, fraguar, ganzuar, graduar, desgraduar, habituar, deshabituar, igualar, iguar, individuar, infatuar, insinuar, licuar, colicuar, menguar, amenguar, desmenguar, menstruar, mortiguar, mu-chiguar, amuchiguar, oblicuar, perpetuar, preceptuar, promiscuar, puar, puntuar, redituar, ruar, arruar, santiguar, situar, tumultuar, atumultuar, usufructuar, valuar, avaluar, devaluar, evaluar, revaluar y sobrevaluar.
    Y la conclusión que he sacado, que elevo a definitiva, es la siguiente:
    La pronunciación correcta ‒y lo mismo para la escritura‒ no deshace el diptongo cuando la desinencia verbal está precedida de ce o ge (adecua, evacua, apacigua…) y lo deshace en todos los demás casos (acentúa, evalúa, continúa…)
    Ése es el verdadero castellano. Pero hoy en España se puede aprobar un curso con tres o cua-tro suspensos, y en la escritura se van suprimiendo normas para que nadie tengo faltas de orto-grafía. Así llegan a la Universidad personas flojitas en la gramática.
    Y luego elaboran nuestro idioma los del amoto. O los del lunfardo, como el pibe Maradona o el papa Francisco.

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